[la plazoleta]

amaneciendo de domingo los bancos de la plazoleta humean aún restos de colillas y de culos, de risas, flyers, vasos de plástico… Los últimos pasos arrastrados abandonan las calles hacia sus camas. Con la plazoleta aún en sombra, Winnie the Pooh, resiste el avance del sol sujeto a un vaso de litro sin hielo. Se apoya contra el cristal de un escaparate. Se está quedando traspuesto; tiene los ojos cerrados. El abrazo del skay amarillo adormila, indicando ineluctablemente que la borrachera se encuentra ya en el valle de la curva, cuando todo se vuelve acrisolado y la euforia ha dejado paso al sopor.

tras toda una noche de películas Screwball, he bajado a despejarme y a acompañar a Romo a buscar taxi. Paseamos por esa plazoleta, tan cansados, que Winnie no me llama la atención. A Romo si: «epítome», me dice mirándole. Miro, pero un Winnie the Pooh borracho no me ayuda a descifrar qué significa epítome.

él pillará un taxi y yo subiré a casa, apagaré el proyector y me iré a dormir… Nos conocimos lejos de Madrid, después de un bosque que llega al mar.

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