[Extracto de capítulo 90:]
—¿No os produce una sensación entre ansiedad y sed de misterio? Ese chico siguiendo por la calle a la señora emperifollada. Tengo que añadirla a mi galería, ¿sabéis el título?
—“New York City” de Friedlander— apunta Alex, que fue el encargado de la selección. El torero, agitando el dedo en su móvil a velocidad mareante, encuentra la foto, la añade, la amplia, la acaricia…
—Estoy obsesionado.
—Los toreros sois así, de fijación fuerte —apunta el superhéroe.
El torero sonríe con una pizca de intención en los ojos. «A lo que iba…», continúa mientas se sirve otra copa más, y ya van…, «¿habéis seguido a algún desconocido por la calle? Yo sí. Varias veces; sin otro propósito que el placer de perseguir. Lo he hecho a pie, a poca distancia, como en la foto; a veces se giraban para preguntar cualquier cosa y yo era el primero al que encontraban, pegado a ellos. Una mañana lo hice con una mujer similar a esta: abrigo y maneras elegantes, entrada en edad, con dinero… La seguí por la acera, me aproximé, me pegué a ella hasta producir esta misma sombra, acompasando mi paso al de sus tacones anchos; oliendo su perfume como de tierra húmeda, su bisutería cara, sus prisas, el papel de envolver la compra que llevaba en sus bolsas. Excitante, casi diría que hermoso; en un mismo instante me sentí poeta, detective privado y voyeur.»
—Sí que sois de fijaciones, sí —dice Eu, que no comparte el placer de la persecución.
(Curiosidad: esta fotografía ya la utilicé en mi obra-cuestionario publicada en Frontera D: «¿Es usted un incosciente?«)