capítulo 08 | 09 | capítulo 10
casi más críticas que oyentes (uau), quizá deba replantearme —no la defensa del gravamen, que lo tengo claro— sino el sentido mismo de este podcast. La vida, lo tengo claro, es en gran medida cuestión de suerte, y mi suerte me ha traído a este breve podcast diario que me es lo que me da precisamente eso, la vida. Pero con vuestras críticas me hacéis dudar.
En los mensajes se me critica por razones progresistas y por razones conservadoras, no voy a listarlas pero es fácil imaginárselas, todas ellas coinciden en que poner trabas a la procreación es de bruto para arriba; se me acusa desde infanticida hasta retrasado; también hay críticas pasionales y sentidas, como esta, que me ha impactado:
“El día que te nace un hijo llega la trascendencia. Ese momento, ese día, todos los días a partir de ese día cambian de color para siempre (no siempre para bien, pero también). Ninguna droga es tan fuerte como tirarte al suelo a pasar el rato con tu hijo pequeño.”
A este oyente solo puedo decirle que comparto sus palabras, yo también tengo una hija, Carlota, su nacimiento me cambió por dentro y su existencia quizá sea la razón por la que pierdo el tiempo haciendo este podcast diario que posiblemente no sirva para nada… Pero eso no niega la evidencia, somos demasiados y si queremos un mundo para ellos quizá haya que ir haciendo algo al respecto, yo lo tengo claro: es necesario un decrecimiento poblacional; estamos ahogando el planeta. Comprendo a quienes alertan de los riesgos de una pirámide invertida —las pensiones serían solo uno de los durísimos ajustes— pero es un sacrificio necesario que a la postre logrará un territorio sano para vivirlo, con recursos para disfrutarlo. El crecimiento actual —rozando los ocho mil millones—, que necesita, solo en gallinas una población de dieciocho mil millones, es inmoral pero sobre todo insostenible, autodestructivo y probablemente acabará en un colapso doloroso.
Hay quien coincide en el diagnóstico pero no en el medio, sois varios a los que os repugna el recurso de las fake news y alguno al que el impuesto le parece excesivo y aboga por mejoras económicas y educativas, que de forma natural reduzcan el número de hijos deseados… ¿Creéis que hay tiempo para esto?
Pero como os decía, no es la defensa del impuesto por hijo lo que me estoy planteando hoy, sino el podcast en sí; a raíz de vuestra reprimenda masiva, mi entusiasmo se ha desinflado y la posibilidad se me presenta aún más absurda que la de frenar a las malditas multinacionales. Vuestras reacciones, lo admito, han sido un baño de realidad que duele y me ha llevado a reflexionar. No ha tardado en aparecer la siguiente cuestión: ¿creo estar protestando cuando en realidad solo satisfago mi ego?
aislado en mi cuartucho, vivo hablando a gente que veo únicamente a través de este ventanal; personas cruzando ese paso de cebra. No había imaginado esta desconexión con los que me escucháis y siento vértigo de mirar sin ver, contemplar sin comprender. Sin vosotros soy un bosquejo rudimentario a medio hacer y no sé si este podcast tiene sentido, quizá solo es producto de pretensiones tontainas, quizá no busque protestar ni cambiar nada, sino satisfacer la necesidad de sentirme útil, ese característico egoísmo que suplica por ser escuchado… y entonces todo esto no sea otra cosa que huir de la soledad. Sencillamente.
Incluso puede que lo que hagamos aquí, Manu, no sea otra cosa que un simplón e intrascendente activismo de hashtag, una válvula de escape que en realidad ayuda a quitar presión al sistema organizado de las multinacionales y por lo tanto ayuda a su sostenimiento.
Buf.
Me va a reventar la cabeza.
En estos momentos lo que me apetece es abandonar todo esto y detenerme en el aroma alejado de las comidas que se cuelan por entre los marcos de las ventanas; me apetece tomar una copa, unas copas, poner música con largas progresiones y escuchar, oler sin razonar.
Besos grises. Supongo que mañana volveré aunque no puedo asegurarlo.
Noche de la misiva
Por la noche, Alex comprueba —como todas las noches— el número de oyentes.
Hoy se acompaña de un ron venezolano —otro más— con Coca-Cola y una gruesa raja de limón y dos gotas de amargo de angostura. Como siempre, la cifra no pasa de los dos dígitos; pero ha recibido un nuevo mensaje de MeOcultoEntreLasSombras.
Es una misiva (oh)
Alex lee y relee el mensaje de MeOcultoEntreLasSombras con la estupefacción de un tortazo y la pasión de los grandes misterios;
no sabe cómo proceder ni qué sentir ni cuál es su realidad; tiene sensación como de cámara oculta, le da vueltas al móvil para darle vueltas a la misiva, la mira desde distintos ángulos, la amplía, trata de descifrar trazos, segundas lecturas y sobre todo trata de encontrar sinceridad en esos rasgos, esas letras, en el sentido de las frases… Disfruta y paladea el paso del tiempo junto a esta misiva ¡de amor! dirigida a él. Qué delicadas caricias te reserva la vida cuando menos te lo esperas. Y es bajo la bruma de ese vértigo con ron, palabras al derecho y al revés, una gruesa raja de limón y una pequeña nube con ojos que llueve, cuando en el monitor de estadísticas le aparece una anomalía importante, inexplicable, fuera de contexto: las escuchas del podcast se están disparando a cientos, ahora mismo, desde hace dos, tres minutos, y siguen subiendo; también están empezando a entrar mensajes en borbotón; ¿qué es todo esto justo ahora? Alex no da crédito.
El asesino de la corbata ha vuelto a publicar un mensaje hace tan solo unos minutos. Es este:
“Ignorantes butaqueros de salón y manos en la cabeza, ignorantes gentes de bien, qué agradable es escuchar un podcast como el de Ñaca ñaca, qué necesario; espabilad, despertad y rebuscad en Puerta de Alcalá, os habéis dejado algo que viene a colación de la superpoblación. ¿No os apetece un buen mordisco?”
Rica NataliaJunto a la avalancha de escuchas del podcast —no solo de hoy, se disparan las escuchas de días atrás—, a estas horas se puede ver gente corriendo por Puerta de Alcalá buscando no se sabe bien qué; una pequeña jauría de curiosos mórbidos rastrea cada palmo sin presencia policial, al menos por el momento; hay individuos subiéndose a las columnas, trepando por los arcos… Alguien —una ciudadana— levanta un brazo y vocifera, agita su mano sujetando un pequeño objeto con ella.
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