capítulo 14 | 15 | capítulo 16
Somos la hueva de gente, no sé cómo no me agobiaba antes; pareciera que fuese a producirse una estampida en cualquier momento y que si cortasen cuatro carreteras principales la gente tardaría cero coma en devorarse por masivo de supermercados. A la altura de Cuatro caminos mi vagón se ha llenado y he acabado literalmente pegado a una chica bastante mona. Pero. En vez de regocijarme —maldita sea— he dejado de respirar por si estaba contagiaba de algo, buf; qué paranoia.
Al llegar a casa —sufriendo un soplo de ansiedad sobrepoblativa— me he metido en el cuarto de baño —que no tiene ventanas— porque aunque vivo solo era el único lugar que podía reconfortarme, es mi lugar favorito desde niño, cuando vivía con padres y hermanos; ¿os dais cuenta de que si dejáis el móvil fuera —yo lo hice—, es el único espacio en el mundo en el que estáis completamente a solas? En el cuarto de baño veo crecer una barra de relajación como esas de vida en los videojuegos, recargándose y enseguida noto cómo mi rostro afloja y cambia, no es con el que salgo en las fotos ni el que ven conocidos y desconocidos, no hay asomo de cordialidad, sociabilidad ni costumbrismo; pómulos, mandíbula, ojos están diferentes, caídos, relajados, el cuarto de baño esconde secretos y una parte de mí que nadie conoce ni conocerá; es el único lugar donde soy y estoy sin posibilidad de ser visto ni sorprendido —me encantan los pestillos robustos—. Mis pedos o eructos, mi postura corporal, cómo descansan mis hombros; aislado de la excesiva población, sentado en el inodoro frente a mi reflejo o sentado en el suelo contra la puerta o en la ducha contra la pared, pienso y me comporto sin máscaras ni muros, soy de otra manera, la manera que supone el verdadero descanso.
Y hago muecas —cuando estoy solo en el baño hago muecas extrañas, grotescas, deformes—, y me río y lloro, sí, a la vez, hago una risa-lloro pavorosa que me desahoga; en silencio. Mi fantasía no es un trío con dos treintañeras, es un cuarto de baño completamente insonorizado;
Al salir, me he encontrado el mensaje de un —delicioso— oyente que ha exaltado mi humor; es al respecto del Laura de Art Pepper del que hablé ayer. Dice que Art tocó el saxo alto en la versión original de 1944 como parte integrante de la banda sonora de la película, uau.
Esta es la versión:
No es a la que yo me refería, tiene coros y el saxo no es el protagonista, pero qué más da, hay fundadas esperanzas de que si la tocó en el cuarenta y cuatro, volviese a hacerlo —¿en algún barucho?— y mi recuerdo sea real y mi vida y yo mismo seamos algo más parecidos a lo que pienso que fuimos.
Pero aún hay más. El día ha quedado definitivamente enderezado porque MeOcultoEntreLasSombras, nuestro Ñaca’s official darling, ha enviado un dibujo —otra delicia— inspirado en el sonido de Pepper. Colofón y gran final. Besos multicolor. Hasta mañana.
[Ampliar]
Da igual que ella sea él
Darling es unisex, como todas las palabras en inglés —lo cual es un acierto, ¿qué sentido tiene que la taza sea femenina y el vaso masculino?—, por ello Darling es ideal para designar a Eu sin presuponer sexo.
Tras el desasosiego que sufrió Alex la tarde noche de ayer —al no saber si ella era él—, hoy ha llegado a la satisfactoria conclusión de que tanto le da Eulogio como Eulogia, Eutimio o Eutimia, a todos los efectos es lo mismo; su relación se desarrolla en un plano de textos y grafismos —sin fotografías ni cuerpos, siquiera tono de voz—, y en estas circunstancias todos somos hermafroditas o bisexuales o asexuales, y la emoción y el enamoramiento son igualmente válidos. Así lo siente Alex, que se está enamorando; le acaba de enviar este mensaje a Eu:
Love you darling, my light.
Y ahora repasa y corrige otro que ha escrito durante la mañana:
Me interesa saber de tu soledad, de ti en soledad, ¿qué lees, qué escuchas cuando estás solx —ya estoy con los gustos—, qué haces, cómo te masturbas, cómo es tu privacidad sin pose, sin fachadas, la de tu cuarto de baño, qué comes, qué ropa llevas para andar por casa.
Me llenan —tanto— tus misivas porque transmiten una soledad que reconozco.ENVIAR.
Alex se tumba encima de la cama y espera. Padece con el mayor de los placeres el nerviosismo de aguardar respuesta a su envío, el deseo de una nueva misiva, la comodidad de no tener que quedar y tratar de agradar, ni arreglarse, ni tener que improvisar; escribir cuando apetece y enviar cuando se está seguro de ello, ya corregido, ya revisado, ya convencido de que se dice lo que se quiere decir.
Queda adormilado. Siente un poco de frío pero no se mete debajo de la colcha.
Una hora más tarde el sonido monedita le despierta; es la respuesta de Eu:
Soy tu misiva, soy tu medusa inquieta, soy arañas cosquilleándote el estómago, moscas sobrevolando tus sienes y la nuez de tu garganta.
[Ampliar]
v2
Aviso de Cookies: se contabilizan las visitas. Más información