– Capítulo 11 / 21 –
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Amanece. Dejo a Ene. en la cama.
Candado. Bici. Fresco fuera. Cruzo el Retiro. Pedaleo por seis diferentes calles antes de llegar a mi destino. Farola. Candado. Camino dentro. Recibidor rosa. Puerta. Abro. Olor a cerrado. Estancia hexagonal. Reducida. Huelo mi propio sudor. Sacudo la camisa. Sacudo. Sacudo. He llegado temprano. Reunión presupuestaria con un cliente potencial. Nervios. Optimismo. El secretario me pregunta. Me apellido Escalonilla. Espero de pie. Siéntese. Me siento.
Pase. Paso.
Ya dentro, un jiji y un jaja previos y enseguida suelto mi decálogo de mensajes preparados. Mensajes de comunicación. Imaginativos mensajes de comunicación. Mis receptores son dos. Los responsables del cliente potencial. Haríamos esto y aquello —argumento— por esta y aquella razón de mercado y por esta y aquella otra razón relativa a sus clientes potenciales (los de mi cliente potencial). Sonríen satisfechos. Piden que me explaye en los puntos tres y ocho de mi presentación. Me explayo en el tres y me recreo en el ocho. Nos gusta, dicen. Vamos a hacerlo, dicen. Bien, digo. Salgo a la calle. Exultante. La cuenta está ganada. Candado. Bici. Pedaleo paladeando. Despacio. Disfruto de la brisa y de la calle y sin darme cuenta me encuentro dentro del jardín.
El jardín está inundado por un mar de delicias y chisporroteos de vanidad.
«La centralidad del tríptico es caótica».
¿Es el egoísmo el motor interno de todos nosotros?
Los bichejos y los lápices flotan, los amantes se salpican, los peces voladores, nadan, la inmortalidad enmohece y el fracaso boquea desde el fondo del lago, prácticamente ahogado. Me parece distinguir a Ene. en una fila de nadadoras desnudas. Hay una nevera flotando a la deriva. Con un hombre dentro.
El hombre en la nevera mantiene la puerta abierta con la punta del pie; el frío del frigorífico escapándose. Está pegado al fondo. Entre yogures, latas de cerveza y mantequilla. Bien agarrado a sus tobillos. En posición fetal, que es la mejor para lugares fríos. Mira con asco la cantidad de embutidos y carne procesada a su alrededor. Será vegano.
—Qué pena. Qué inundadera —se queja, rebañando un danone que no es danone porque es de marca blanca—. No se puede estar tan obsesionado con uno mismo.
De el jardín rara vez se escapa algo. Rara vez pasa algo a este lado. Es sorprendente que El Bosco pudiese encontrar tantos. Glutamayo Ye-Yé también encontraron un algo.