Volví al cuadro

– Capítulo 04 / 21 –
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Un año después de aquel primer encuentro volví al cuadro, también con mi madre, pero esta vez acompañados de su grupo de arte en torno a una guía bajita; iban a museos y exposiciones los miércoles, creo recordar. Les acompañé unas cuantas veces al Prado —saltándome clase o en días de fiesta— donde la guía bajita nos habló de las lanzas, las meninas, los fusilamientos, el descendimiento de Van Der Weyden. Y del Bosco.

Delante de El jardín habló diferente. No sabría decir por qué, pero estaba claro que en los otros cuadros encontraba una mayor retórica y se dejaba sabiduría en el tintero; le faltaba tiempo. Por el contrario, en El jardín, su dedo señalaba las tres partes del tríptico sin detenerse en detalles como en Velázquez o Goya; se agarraba a adjetivos superlativos y al anecdotario pero no analizaba la danza, los hechos, las criaturas, no analizaba su figuración, su ruptura, su intención, la de cada una de aquella lluvia de escenas. Delante de las delicias fantasiosas no supo hablarnos de la mirada del pintor ni desvelarnos su juego.

Su risa, la del Bosco, quedó oculta al otro lado del tiempo. 

capítulo 4

En cuanto al anecdotario que desplegó la guía…
recuerdo una en concreto. Si ya me sorprendía estar con mi madre frente una especie de orgía fetichista —ella tan púdica, mi familia tan religiosa—, me paralizó el corazón el hecho de que El jardín fuese la pasión oculta de un rey hiperreligioso y austero como Felipe II. Era el colmo de lo inexplicable. En su lecho de muerte mandó traerlo a sus aposentos, y cerca de fenecer uno no está para frivolidades. ¿Qué veía Felipe en el cuadro? Desde luego algo más que una orgía y una representación moraloide. Quizá un agujero al más allá. 

¿Cómo se explica lo desconocido?

Yo era un pequeño individuo en un mar de individuos, un niño común sin particularidades; pero no era impresionable y El jardín me había impresionado —profundamente— aunque después de aquella segunda visita siguiese sin saber decir porqué; supuse, como hice con tantos otros temas, que comprendería al hacerme mayor. 

Me equivoqué. Ya soy mayor y:

En el cuadro sigo sin ver figuras, veo incógnitas.