– Capítulo 05 / 21 –
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Pasé tiempo sentado en mi silla blandita e imaginada hasta que sin darme cuenta me encontré adolescente perdido. Con hormonadas y descomunales ganas de ligar visité el cuadro por tercera vez (primera sin mi madre). Vi con pasmo que el cuadro se había movido por dentro. Las escenas, los bichejos, la masa de gente estaban a otra cosa, a una sola cosa; todo me pareció sexo muy duro, placer, crítica y pasión por el sexo. Sexo bizarro, sexo zoófilo… Me sobrepasó. Yo, que solo buscaba acariciar una mejilla, sentir otros labios en los míos; yo que me conformaba con el delicioso roce del pantalón mientras bailaba abrazado Lobo hombre en París. Me pareció un cuadro de pop pornográfico exagerado y para iniciados, yo que era neófito, que era menos que eso.
De repente: Una chica de piel morena en la sala.
Aquel verano del 86 yo escuchaba una y otra y otra vez en mis WalkMan o en mi cabeza o en el recuerdo que tengo de entonces, y también dentro de aquella sala del museo del Prado: la canción Tomorrow Started. Talk Talk la tocó una de aquellas noches como si me conociesen, como si quisiesen gritar con voz sedosa mis sentimientos y los de tantos otros que nos ahogábamos en esa desazón levitadora de la necesidad del enamoramiento:
Y entonces desapareció el oxígeno: aquella chica de piel morena, aquella chica de piel morena en la sala 56 del Museo, sus pómulos levantados (¿escucháis a Talk Talk manteniendo la levitación?); aquella chica pareció que me sonreía. ¿Me sonrió? La chica morena —casi dudo de su existencia—, sonreía en mi dirección, no en la del cuadro. Como si le gustase mi cara o mi ropa o los minutos que dedicaba al Bosco, como si las escenas del jardín la hubiesen inspirado en afrodosíaca conjunción.
Y yo temblé.
Y la magia nació desde dentro y sentí cosquillas en la nariz, estornudé y me dopé de mí mismo, de mi propia ilusión, del combustible de las sonrisas y la imaginación y de sensaciones para las que no se han inventado palabras ni definiciones y por eso, simbólicamente, me siento incapaz de poner (a este párrafo) el punto final
¿Existió la chica de piel morena?
Delante de El jardín de las delicias, ¿me sonrió?
La combinación chica – cuadro pornográfico me produjo una profunda impresión durante meses, años; rememoré el cuadro a menudo, de forma indefinida, confusa; sin retener ninguna figura ni escena en particular, sino la masa general del tríptico, que volvía a mí con fuerza y me impactaba como una bola de engranaje. Podría decirse que el tríptico y la chica de piel morena fueron el decorado de mi confusa adolescencia.